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viernes, 23 de octubre de 2015

Imperfecto para el hombre, 
Perfecto para Dios 




Cierto día tuve el privilegio de dar el mensaje en mi congregacion, y estaba tan emocionado porque iba a ser ¡la primera vez que predicaría en una reunión general!, entonces me preparé como nunca y oraba en muchas ocasiones del día (breves pero oraba).
Llego el tan anhelado día y yo con una confianza sin igual, llegue a la iglesia y me postre a orar en el altar. ¡Comenzó el servicio!, yo sabía que era un día especial en mi vida. 
Comencé a desarrollar el mensaje... y que me comienzan a ganar los nervios, se me secó la garganta y perdía el orden del mensaje y pensabá dentro de mi "La ultima vez que te invitan a compartir", ese pensamiento ahora me da risa pero cuando llegó en aquel momento fue algo desiquilibrante. Terminé el sermon que se supone que íba a durar 40 minutos y en realidad solo duró 20 minutos. Estabá un poco frustado por no haberlo predicado como yo lo había planeado y me sentí apenado con Dios porque el merece la excelencia y aquella noche parece no habersela dado. Mas sin embargo, el Pastor al tomar el microfono supó como reanimarme pues comentó: "recuerdo la primera vez que prediqué y si el duró 20 minutos, yo duré como 3 minutos esa primera vez". 
Comence a meditar en lo sucedido, pues a mi parecer no había salido a la perfección pero llegó a mi mente un pensamiento que me llevo a concluir que: "Lo que hace perfecto a un suceso NO es el que sea realizado de acuerdo a nuestros planes, sino el que suceda conforme a la voluntad de Dios". A pesar de que pensé no haberlo hecho perfecto, si lo fue, por que dentro de los planes de Dios así estaba previsto que se dieran las cosas. 
Nunca olvidemos que la voluntad de Dios es agradable y perfecta (Rom 12:2). ¡Dios les bendiga!